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Mamá cultura nos da la espalda

Formamos parte de una fila que serpentea en el interior de una enorme habitación. Todos queremos ver el rostro y escuchar la voz de un hombre que ganó un premio importante de la literatura. La literatura que suele escribirse con L mayúscula. El hombre tiene como sesentaitantos años, pero se ve más joven, lo que me hace suponer que se ha conservado porque pasa gran parte de su día metido en una habitación, escribiendo sin parar para dar a conocer palabras que construyen un puente entre el más puro solipsismo y el mundo que lo rodea que parece irse despedazando al mismo tiempo que busca la manera de reconstruirse. Esto es la FIL de la ciudad de Guadalajara. A mí, en lo personal, jamás me ha gustado el sonido de la palabra Guadalajara, porque me suena a guácara y lo asocio, ahora mismo, con la manera en la que se manifiesta el flujo y reflujo de personas que transitan por los pasillos de esta gigantesca sala de eventos. Pero esto tiene poca importancia, salvo porque parece manifestar

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